dilluns, de maig 12, 2008

239 Mediterrani

Texto recuperado de hace 3 años.

"Vine a Barcelona a continuar mis estudios de diseño gráfico, como muchos otros vascos. Entoncces mi nivel de surf era muy básico. Había aprendido a ponerme de pie en Euskadi y hacía mis pinitos y llegué a Barcelona con ganas de seguir probando. Los dos años que estuve estudiando en Bcn tuve suerte ya que tenía muchas vacaciones (unos cuatro meses al año y poco dinero) y estaba a caballo entre Euskadi y Catalunya, tenía varios meses seguidos para evolucionar en casa.

Fui combinando mi aprendizaje como surfista entre los dos territorios, por lo que sentí dos maneras muy distinas de vivir el surf.

Las olas son muy diferentes. Me centraré en el Mediterráneo, ya que desde el punto de vista de la información surfera publicada es mucho más desconocido. EN EL MEDITERRÁNEO NO HAY OLAS. Es una frase que salta como un resorte cuando hablas con la mayoría de la gente, incluso cuando lo haces con los catalanes que no surfean.

EN EL MEDITERRÁNEO SI HAY OLAS. Hay auténticas piedras preciosas, aunque sea una prueba de paciencia encontrarlas. Es difícil ser un yonki de las olas viviendo a las orillas del Med, pero de eso también se puede aprender muchas lecciones. Lo que te toca la fibra de verdad es que un día o dos te entran unas olas preciosas, vas pillando el ritmo de nuevo, tu cuerpo se adapta al surf, te animas, y al día siguiente está plato. No es un destino definitivo recomendable si el surf es un eje en tu vida, pero una temporada en las costas de Barcelona te ayuda a colocarlo en su sitio en tu escala de valores: familia, pareja, trabajo, futuro…madura el carácter.

Hay varios motivos por los que creo que el surf es rico en Catalunya y merece tenerse en consideración. Hay olas buenas que he tenido el gusto de surfear gracias a la hospitalidad de surfistas catalanes experimentados que han compartido los conocimientos de su costa conmigo.

Un punto clave en la fuerza del surf en Catalunya, es la existencia de la ciudad de Barcelona. Esta es punto de encuentro de surfistas de paso de todo el mundo (argentinos, vascos, asturianos, italianos, peruanos, australianos, gallegos, norteamericanos, uruguayos, irlandeses, cántabros….) que por unas u otras circunstancias de la vida han ido a parar allí, aunque sea temporalmente. Esto enriquece enormemente al surf catalán, tanto en el agua como fuera de ella. Barna es un crisol de culturas, y el intercambio de puntos de vista sobre la misma pasión es definitivamente enriquecedor para todas ellas.

Otro de los puntos clave que describe el surf catalán es la increíble dedicación de sus surfistas, su constante observación de las condiciones marítimas y metereológicas en general. La ilusión con la que se vive el surf. Saben que tienen poco, y lo aprovechan al máximo. También asumen su condición de nómadas en busca de olas, lo que les convierte en constantes viajeros. Conozco a varios surfistas catalanes de mucho nivel, que han ganado algunas competiciones en el Cantábrico en varias modalidades. A base de viajes, surfcamps y sobre todo de meterse a pelear con olas pequeñas cada vez que haya una oportunidad, exprimiendo cada gota de fuerza de las mismas, sacando ola de dónde no la hay para marcarse una maniobra. En olas pequeñas también hay que demostrar la técnica, porque si no aprovechas la fuerza de la ola en los puntos clave, simplemente no te lleva.

A través de la associació catalana de surf se han organizado eventos con éxito, campeonatos, proyecciones, manifestaciones en defensa de sus olas, concursos y exposiciones. Han acudido surfistas de toda la península, incluso de Canarias para venir a participar en campeonatos como el festival de longboard de Sitges o el open de tabla corta que se celebró en Premià de Mar.

EN EL MEDITERRÁNEO TAMBIÉN HAY OLAS GRANDES. Si, puedo dar fe de ello. No estoy hablando de olas de 8 metros pero he visto surfistas del cantábrico con caras de preocupación ante la visión de una Barceloneta intratable y grande, así como caras de admiración ante baños preciosos y glassy sin mareas durante un día entero. He pillado olas grandes en esa playa, cuando entraba el clásico temporal de noviembre que machacaba las playas barcelonesas, con Julio, Ricard, Ion, Mario y muchos más, y hemos disfrutado como niños con zapatos nuevos. Eso antes de que metieran ese maldito espigón que calló la voz de la ola más grande de Barcelona.

El Mediterráneo es un mar muy especial, con unos colores propios, con su mica brillante que le da ese color dorado a sus olas cuando está glass, temido por navegantes de todo el mundo por sus bruscos e inesperados cambios.

Para mí es un lugar amigo, a pesar de lo duro que se hacen los largos periodos de dique seco, un lugar que siempre merecerá mi respeto y donde siempre me será grato entrar a coger unas olas rodeado de amigos."

1 comentari:

Anònim ha dit...

Y lo que a veces se echa de menos una sesión mediterranea, con olillas de un cuarto pero ese ambiente especial en el agua...

Saludos de un barcelonés "exiliado" en Melbourne.