dissabte, d’abril 09, 2011

874 Un año al ritmo de las olas I.




Odeiaren bidaia 124. El viaje de Odei 124.

Egun on kukuoyentes de esta emisora imaginaria. Por si no os habíais dado cuenta tengo un compañero de viaje que tiene una columna en la 3sesenta y relata con sus palabras y fotografías lo que nos pasa. Así que esta semana voy a colgar las dos primeras aquí. La tercera la podéis leer en el número que está ahora en la calle. No os la perdáis, un adelanto en este CLICK.

Os dejo con FJ...



Hola a todos. Os escribo desde el Jiwa-Juice. Una mesa de madera, música suave de fondo y una agradable temperatura. A mi lado, un mapa de Bali en la pared y unas sonrientes camareras preparando la comida. Un té con hielo y una conexión a la red me ayudan a escribiros. Muchos de vosotros estáis aún en la cama; otros, los madrugadores quizás delante del primer café del día. Nos comunicamos con 6 horas de diferencia.

Pero, he olvidado presentarme!. Me llamo FJ, tengo 32 años y vengo del País Vasco. He surfeado durante 12 preciosos años. Soy un surfista más, no profesional. Debido a una “tormenta” laboral (crisis) y sentimental en mi vida decidí marcharme a aprender del mundo que está ahí fuera de la oficina, algo más allá de Galicia y Hossegor. Antes de que fuera demasiado tarde. Estaba en paz conmigo mismo, estaba bien. Creo que eso es importante para viajar.

Desde Indonesia, no volveré directamente a casa. Allá, vendí mi furgoneta a uno de mis amigos para poder realizar este viaje, un viaje alrededor del mundo, de W a E. Han pasado tan solo 20 días desde aquél primer avión, pero, han sido muy intensos.

Viajar solo tiene sus pros y contras. Vives todo con más intensidad, sin condiciones, sin consultar más que tus pensamientos para tomar la siguiente pequeña decisión. Dependes de ti mismo. Aunque por otra parte, hay momentos en los que te gustaría compartir un trayecto en moto con alguien, gritar de alegría al ver a tu amigo de olas salir de un tubo, o compartir una cerveza tras una jornada de viaje. Ahora, he coincidido con unos buenos viajeros, y todo eso se ha hecho posible.

Llegué a Indonesia de noche y lloviendo. Me sentí bastante pequeño, allí tan lejos de casa, solo con mis tablas y mi mochila. Negocié un taxi y llegué al hotel. Al día siguiente temprano, Kuta me esperaba ahí fuera. Lo bueno de llegar a los sitios de noche, es precisamente eso, el amanecer, cuando se abre el telón. Me eché a la calle para reconocer el terreno, localizar la playa, los comercios..En seguida me hice con una moto por unos 50 euros al mes (550.000 rupias indonesias), sin marchas y con algo muy importante, los rags (ganchos) para las tablas.

Me encanta conducir en moto, me hace sentir muy a gusto, libre. Así que me perdí por las calles de Kuta hasta que empecé a orientarme. Regatear por practicamente todo, excepto la gasolina que venden en la calle en botellas de vodka (unas 5000 rupias el litro), es lo habitual.

Indonesia tiene un lado muy amable y ceremonioso. La sonrisa es algo muy importante en una conversación, como mínimo, al iniciarla y al terminarla. Creo que nunca sonreí tanto en mi vida. Es parte de la educación de aquí. Es algo contagioso. En tan poco tiempo, la gente de este país me ha conquistado. Aunque muchos son interesados (es un país del 3er mundo, tienen que sobrevivir y nosotros representamos la riqueza), la sinceridad de muchos otros, sus formas, a menudo me conmueven.

Por supuesto también hay un lado oscuro que se intuye, se huele. Un lado del que no tengo la menor intención de conocer. Lo comprobé cuando una noche calurosa salí con mi scooter a cenar algo; volviendo al hotel me quité el casco (no es obligatorio en Bali) para ir más fresco. Me paró un control policial. Uno de los agentes me llevó tras el furgón, en una zona oscura y puedo aseguraros que nunca una persona me había transmitido tan mala onda como aquél policia curtido en años. No se si era su voz, su mirada o ambas, que transmitían una maldad profunda. Todo se solucionó con unos billetes. Durante la conversación me preguntó dónde me alojaba. Le dije el nombre del hotel. Ese detalle hizo que no pegara ojo. Me imaginé aquél policía involucrándome en alguno de sus sucios asuntos. Un documental, “encarcelados en el extranjero” que vi antes de marchar tuvo mucha culpa de esa noche de insomnio.

Las olas. ¡Qué puedo decir de las olas! Te iluminan el rostro, la mirada. Auténticas joyas hechas de agua. Mis primeras verdaderas olas balinesas: “Airport’s left”. Junto al aeropuerto, aviones aterrizando y despegando; tráfico de personas que llegan y marchan del paraíso (con fecha de caducidad me temo). Mi nuevo compi pescador me acercó hasta ellas en su barquito previo pago de unas 50.000 rupias. Y allí estaba yo, disfrutando de unas izquierditas de un metro que parecían trazadas por un artista del Renacimiento. Ni una gota fuera de sitio, cremalleras que se recogían cada vez más sobre el arrecife con su pared en tensión, sólida y redonda. Como regular, es un reto para mí surfear de espaldas, aunque también me encanta y trabajo duro para mejorar. Hay dos cosas en Bali con las que tienes que tener cuidado. La primera el tráfico en la carretera. La segunda, el reef. A estas alturas he visto ya heridas muy feas en los pies por no llevar escarpines. Aunque sean un engorro al principio, son muy recomendables.

Tras unos pocos días en Kuta, me trasladé a la península de Bukit. Viniendo de la bulliciosa y pegajosa ciudad para mí fue como encontrar un oasis. Las famosas olas que tantos años contemplé a través de los ojos de otros, allí estaban. Largas y preciosas desenrrollándose como una alfombra azul sobre el reef.

Personalmente, en “Impossibles” he tenido mi sesión mágica. Olas larguísimas, grandes y rápidas. Recuerdos que quedan dentro para siempre. Sin embargo, Uluwatu tiene algo diferente. Es la reina. La que más mar recibe. La más buscada. Entrar al agua a través de su cueva es una auténtica ceremonia surfica. Algo fuera de lo normal. La potencia de esa ola se debe escribir a parte.

P.D: Tan solo un par de consejos.

1- Si os para la policía, os puede ahorrar muchos problemas llevar metidos unos billetes en el carnet internacional de conducir. No mucho dinero, unas 40 o 50.000 rupias balinesas (menos de 5 euros). Vuestro dinero aparte. Cuando os lo pidan, cogerán el dinero y os dejarán continuar.

2- Para los que estéis preocupados con la extensión de la visa en Indo. Es muy fácil. Una vez allí, visitad el departamento de inmigración junto al aeropuerto y os darán otros 30 días pagando unos 20 euros. El trámite tardará unos 4 días. Si queréis pasar más tiempo aún allí dirigios a una de las múltiples agencias. Sino, otra opción es viajar a Singapur u otro país, pasar por la embajada Indonesia y os dan 60 días de visado.

1 comentari:

Marià ha dit...

Em pensava que eres tu qui escrivia en la 3sesenta.
Salut pels dos, doncs.